Por: Víctor Miguel Villanueva.
Es inicio de ciclo escolar. El primer día en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México me dejan leer Historia ¿Para qué?. El primer día en el Bachillerato Tecnológico José Ramón Fernández, me confirman que impartiré la materia de Historia Universal III.
Entonces me pregunté “Historia ¿Para qué?”. Marc Bloch dijo “la historia tiene indudablemente sus propios placeres estéticos, que no se parecen a los de ninguna otra disciplina. Ello se debe a que el espectáculo de las actividades humanas, que forman su objeto en particular, está hecho, más que cualquier otra, para seducir la imaginación de los hombres”.
Lo anterior sería sin duda una respuesta contundente; de hecho lo es, aunque por supuesto, no es la única. Sin embargo, lo afirma el creador de la escuela de Annales y, por lo tanto, para cualquiera debería ser suficiente. Sin embargo, en este punto, de recordar la pregunta, de sentir la emoción de impartir la clase de historia, y de repasar las palabras de Bloch, cometí un DESPISTE.
“Historia ¿Para qué? Para recordar a Nadia Comaneci, con sus dieces. A Daniel Bautista entrando sólo al estadio Olímpico de Montreal o, cuando ya no salió del túnel en Moscú 1980. ¿Para qué? Para revivir la Ceremonia de Apertura de Barcelona 1992 o la de Sydney 2000. Para revivir el paso glorioso de Ernesto Canto y Raúl González en Los Ángeles 1984.
Desde luego para estudiar la creación del mito de la Garra Charrúa, la Tragedia de Maracaná; los goles de Pelé en Suecia 1958; discutir el Milagro de Berna en 1954; el Brasil de Pelé, Gerson, Tostao, Rivelinho, Jairzinho, Carlos Alberto y otros más que conmovieron al mundo durante 17 días en 1970; o repasar y repasar la lección de Marco Tardelli que en la final de España 82 nos enseñó cómo se debe gritar gol en una final de Copa del Mundo.
Desde luego recordar las hazañas de Diego Armando Maradona, Mario Alberto Kempes, Gregorz Lato, Franz Beckenbauer, Paolo Rossi y Bruno Conti; Marco Van Basten y Hugo Sánchez. Y la lista, afortunadamente, sería interminable.
Lo mismo se habláramos de la historia de Borj, Vilas, Sabatini, Cris Ever, Graf, Conors; o la de Lauda, Prots y Senna. O la de Julio César Chávez, Rubén Olivares, El Cañas, Pipino Cuevas, Lupe Pintor, Sal Sánchez y el Cuyo Hernández. O que tal la de los Hermanos Dinamita, El Perro Aguayo, El Santo, Mil Mascaras, Blue Demon, Lizmark, Ringo y Cachorro Mendoza, El Satánico, Tony Salazar, Sangre Chicana, Fishman, Kato Kung Lee y Kung Fu.
Entonces encontramos la respuesta. La historia es para disfrutarla. Tenía razón Marc Bloch. Sin embargo, hay que confesar una franqueza: esta historia no será la que veamos en tercer semestre, sino la Guerra de Vietnam, la llamada segunda guerra fría, el desplome de la Unión Soviética, la unificación alemana, las revoluciones islámicas y democratización en América Latina.
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